MADRID TURÍSTICO, Guía para viajeros

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Madrid: Fuente de la Cibeles

Madrid: Fuente de la Cibeles

miércoles, 2 de julio de 2014

MONASTERIO DE LAS DESCALZAS REALES

 
 
El Monasterio de las Descalzas Reales, en Madrid, ocupa el antiguo palacio donde residieron Carlos I e Isabel de Portugal y donde nació, en 1535, su hija doña Juana. Años después, en 1557, doña Juana, ya viuda del Príncipe de Portugal, fundó en ese mismo lugar este convento de monjas franciscanas descalzas, en el que sería sepultada a su muerte, en una capilla del Monasterio que destaca por la escultura funeraria orante realizada por Pompeyo Leoni.
 
En la clausura del Monasterio se conserva la estructura y muchos elementos decorativos del palacio plateresco. En las Descalzas Reales vivieron Doña Juana y luego su hermana María, emperatriz viuda, que falleció aquí en 1603. Del siglo XVII se conservan pinturas al fresco en la escalera y en la Capilla del Milagro.
 
Destacan los tapices tejidos en Bruselas, sobre cartones de Rubens, representando la Apoteosis de la Eucaristía, encargados para este Monasterio por la hija de Felipe II, la Infanta Isabel Clara Eugenia, Gobernadora de los Países Bajos.
 
Este convento está tan ligado históricamente a las mujeres de la Casa de Austria que cabría considerarlo un equivalente femenino del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
 
Fue fundado por Doña Juana de Austria (1535-1573), hermana de Felipe II y princesa de Portugal en 1559, y para ello compró las casas del tesorero de Carlos V, donde el propio Emperador se había alojado y donde, por tanto había nacido la propia Doña Juana. La capilla sepulcral de la fundadora ocupa, según la tradición, el mismo espacio donde había nacido y es una pequeña joya del estilo escurialense.
 
El edificio es un característico palacio plateresco castellano, con columnas de mármol de Génova en los patios y salones decorados con azulejos y yeserías en la tradición morisca, pero con formas ya del Renacimiento.
 
La austeridad de las monjas franciscanas descalzas se unía aquí a la cuna real de muchas de ellas y al consiguiente lujo de las obras de arte sacro.
 
Tal densidad histórica, riqueza artística y perfecta conservación del conjunto hacen de las Descalzas un espacio único para evocar a los Austrias españoles de los siglos XVI y XVII.
 
Princesas e infantas solían pasar aquí temporadas en el “Cuarto Real”, donde vivió y murió la emperatriz María y donde se educó Isabel Clara Eugenia (1566-1633), hija de Felipe II, que luego regaló al convento la famosa serie de tapices de Rubens sobre la Eucaristía, destinada a alhajar la iglesia y el claustro de capellanes durante la Semana Santa y, en particular, durante la procesión del Santo Entierro, excepcional manifestación litúrgica para la que compuso música el maestro de capilla de esta casa y de la Emperatriz María, Tomás Luis de Victoria. 
 
Horarios
Martes - sábado10:00 - 14:00 y 16:00 - 18:30 *
Domingos y festivos10:00 - 15:00 *
 
Nota Importante

Cierre semanal: lunes

* Cierre taquillas y acceso al Monasterio una hora antes

Aforo limitado. Consultar en el propio Monasterio
La visitas solo podrán hacerse con guía
 
Tarifas

Tarifa Única6 €
Tarifa GratuitaVer condiciones
 
Cómo llegar

  Líneas 3, 25, 39 y 148

  Estación Ópera. Líneas 2, 5 y Ramal Ópera-Príncipe Pío





 

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TELEFONOS Y WEBS DE INFORMACIÓN TURISTICA

 
 
Información turística
Teléfono de información turística y cultural
901 300 600
(De 8 a 22 horas)
 
Aeropuerto de Barajas
Llegadas Internacionales
902 100 007
(De 8,00 a 20,00 horas)
 
Estación de Chamartín (vestíbulo)
Teléfono 902 100 007
De lunes a sábado: De 8,00 a 20,00 horas
Domingos y festivos: De 9,00 a 15 horas
 
Estación de Atocha (vestíbulo de cercanías)
Teléfono 902 100 007
De 9 a 21 horas
 
Oficina turística municipal Ayuntamiento
Plaza Mayor, 3
Teléfono 915881636. FAX 913665477
De lunes a sábado: De 10,00 a 20,00 horas
Domingos y festivos: De 10,00 a 15,00 horas
 
Enlaces
 
Ayuntamiento
http://www.munimadrid.es

Web de la Comunidad de Madrid
http://www.madrid.org

Boletín Oficial de la Comunidad de Madrid
http://www.madrid.org/bocm

Madrid y la candidatura olímpica del 2012
http://www.madrid2012.es

Sobre la Asamblea de Madrid
http://www.asambleamadrid.es

TeleMadrid (Toda la actualidad sobre Madrid)
http://www.telemadrid.com

Sobre el sistema de información de transportes
http://www.ctm-madrid.es

Todo sobre el metro
http://www.metromadrid.es

El Museo del Prado
http://www.zoomadrid.com

Sobre la Biblioteca Nacional
http://www.bne.es

Sobre el Real Jardín Botánico
http://www.rjb.csic.es

Patrimonio Nacional
 
 

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miércoles, 25 de junio de 2014

EL PALACIO REAL DE MADRID

 
 
El Palacio Real se asienta sobre el solar del antiguo Alcázar de Madrid, fortaleza medieval convertida en suntuoso palacio por Juan II, Carlos V y Felipe II, que lo convirtió desde 1561 en la residencia oficial de los reyes de España. El Alcázar, decorado espléndidamente por Felipe II y Felipe IV para cuya tarea  empleó a Velázquez, fue destruido por un incendio en la Nochebuena de 1734.
 
Felipe V decidió construir entonces el nuevo Palacio Real, empleando al mejor arquitecto europeo de su tiempo, Filippo Juvarra. Cuando este murió en 1736 fue su discípulo Giambattista Sacchetti quien se encargó de realizar una adaptación de su grandioso proyecto. Todo el edificio está formado por bóvedas sin madera en la estructura y con muchas plantas, para que tuvieran cabida todas las oficinas del gobierno, los oficios de la Real Casa y los servidores.
 
La primera piedra se puso en 1738 y la construcción no se acabó hasta 1751, aunque hasta 1759 prosiguieron tanto la decoración escultórica del entorno como las “obras exteriores”, siempre bajo la dirección de Sacchetti. Sin embargo, la realización de su proyecto sufrió por continuos replanteamientos y fue alterada por Francisco Sabatini, arquitecto de Carlos III, el primer monarca que habitó en el Palacio Real donde se instaló en 1764.
 
Carlos III, que ya contaba con Corrado Giaquinto como pintor de la Corte cuando llegó a Madrid en 1760, decidió llamar a los otros dos pintores de mayor fama en Italia –y por tanto en Europa- para la decoración de su residencia: el veneciano Giambattista Tiepolo y el alemán, de formación romana, Antonio Rafael Mengs, su primer pintor de cámara. La sucesión de frescos pintados por estos maestros en las principales salas, y por sus discípulos españoles en las demás, constituye una de las características más importantes de esta residencia donde Carlos III y Carlos IV vivían solo ocho semanas al año: en diciembre, Semana Santa y parte de julio.
 
El cuarto del rey Carlos III, que abarca los aposentos de este soberano ilustrado, conserva toda la decoración fija dirigida por Sabatini, uniforme en toda la planta principal: puertas y ventanas de caoba maciza; ricos mármoles españoles en embocaduras y frisos; estucos y frescos en las bóvedas. En el siglo XVIII, además, las paredes del palacio quedaban completamente cubiertas por los mejores cuadros de la Colección Real.
 
El Salón del Trono y la Cámara llamada de Gasparini constituyen los conjuntos más representativos del gusto de Carlos III, apegado al estilo rococó en su versión italiana más exuberante. A Carlos IV se deben importantes conjuntos neoclásicos y piezas de mobiliario francés y a Fernando VII, la apabullante colección de arañas francesas en bronce y cristal. La última renovación decorativa a la que responde el estado histórico actual de la decoración se debe a Alfonso XII en 1879.
 
A lo largo de la fachada de Oriente se extienden los aposentos de Carlos IV y María Luisa, donde han habitado los sucesivos soberanos hasta 1931. Estas salas son utilizadas habitualmente por S.M. Don Juan Carlos I para sus audiencias, pues el Palacio Real de Madrid continúa siendo la residencia oficial del rey de España.
 
La Real Armería, la más importante colección europea junto con la de Viena, ambas debidas a los Habsburgo, fue instalada junto al Alcázar por Felipe II y transferida al pabellón actual en 1891. También a Felipe II se debe la creación del Parque de Palacio, llamado Campo del Moro.
 
Los jardines del Campo del Moro
 
Una tradición romántica sobre la conquista cristiana de Madrid hace que se conozca popularmente como “Campo del Moro” el “parque de palacio”, creado por Felipe II cuando terminó el Alcázar e instaló la Corte en Madrid. Durante la construcción del Palacio Real en el siglo XVIII se idearon varios proyectos para sus jardines. José Napoleón mostró especial atención por este parque –ya que no podía desplazarse a los Reales Sitios- y encargó a Juan de Villanueva ordenar el jardín con paseos arbolados y unirlo a la Casa de Campo mediante un túnel y un puente, éste realizado ya por Isidro González Velázquez bajo Fernando VII.
 
Isabel II ordenó en 1843 la completa replantación del jardín según proyectos del arquitecto mayor Narciso Pascual y Colomer que seguían un trazado formal aún hoy perceptible. Muy descuidado durante el Sexenio revolucionario, la reina regente María Cristina de Habsburgo encargó a Ramón Oliva una reforma de tipo paisajista con paseos de trazado curvo que, ligeramente modificada tras la Guerra Civil, constituye el actual jardín histórico.              


Horarios

Palacio Real

Horarios de invierno (octubre a marzo)Todos los días: 10:00 -18:00 *
Horarios de verano (abril a septiembre) Todos los días: 10:00 -20:00 *

Jardines del Campo del Moro

Horarios de invierno (octubre a marzo)Todos los días: 10:00 -18:00
Horarios de verano (abril a septiembre)Todos los días: 10:00 -20:00
 
Nota Importante
 
* Cierre taquillas y acceso a Palacio una hora antes
Existe acceso para personas con movilidad reducida y se dispone de sillas de ruedas manuales
La Real Farmacia permanecerá cerrada por obras de reforma y acondicionamiento
 
25 junio: cerrados Palacio Real y jardines del Campo del Moro en jornada completa
   2 julio: cerrados Palacio Real y jardines del Campo del Moro hasta las 14:30
 
Tarifas
 
Tarifa Básica10 €
Tarifa Reducida5 €
Tarifa Agencia8 €
Tarifa GratuitaVer condiciones

Servicios complementarios

Guía4 €
Audioguía4 €
Jardines del Campo del Moro
Entrada gratuita
 
Bonos
Bonos Patrimonio Nacional
 
Cómo llegar
  Líneas 3, 25, 39 y 148
  Líneas 5 y 2 (estación Ópera)
  Estación de Príncipe Pío

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martes, 24 de junio de 2014

EL MADRID MISTERIOSO Y OSCURO

 
 
Madrid es una ciudad sorprendente para los turistas que la visitan cada año. Son más de ocho millones los forasteros que, armados con cámaras de foto y vídeo, se dejan seducir anualmente por nuestra capital. Los que vivimos aquí y paseamos a diario por sus calles, sufrimos los desesperantes atascos y esquivamos el bullicio de la marea humana que a veces recorre las grandes avenidas, apenas prestamos atención y en muy pocas ocasiones nos paramos a contemplar la majestuosidad de algunos de sus edificios y monumentos, cargados de historia, ni tampoco le damos importancia al privilegio de tomar una cerveza fría en una terraza en una noche de verano, cuando se observa el mismo tráfico a las dos de la madrugada que a las doce del mediodía.
 
Pocos madrileños conocen con detalle su ciudad y menos aún sus monumentos o la historia de sus calles y avenidas más importantes. Un gran número de ellos reconoce incluso sin ningún pudor no haber visitado jamás el Palacio Real o no haber paseado por el interior del Museo del Prado, los mismos que se jactan de haber recorrido cada sala del Louvre en París o de haber pasado horas agarrados a las verjas de Buckingham Palace en Londres intentando, si la suerte acompañaba ese día, ver un cambio de guardia e ignorantes de que en Madrid, por ejemplo, el primer miércoles de cada mes, a las doce de la mañana, tiene lugar en el Palacio Real el relevo solemne de la guardia. Impresiona observar cómo desfilan lanceros y alabarderos, compañías de fusiles o piezas de artillería que serían las joyas de cualquier museo americano. Un viaje de cientos de años en el que intervienen más de cuatrocientos soldados y cien caballos que desfilan al compás de la banda de música de la Guardia Real, a los cuales la mayoría de madrileños aún no han descubierto.
 
Porque no hay que olvidar que Madrid es una ciudad con una gran historia a sus espaldas. Puede que sus inicios se remonten a la época de Mohamed I, allá por el año 870, cuando se construyó la primera fortaleza defensiva, aunque lo cierto es que se han encontrado en la zona vestigios de habitantes mucho más primitivos. Pocas capitales pueden presumir de una historia tan cargada de acontecimientos, sobre todo a partir de que Felipe II dictaminara que la corte, hasta entonces sin sede fija, se estableciera en Madrid. Solamente pasear por el barrio de los Austria da detalle del esplendor de una ciudad repleta de palacios, iglesias, templos, fuentes, museos...
 
Pero Madrid no se ha quedado anclado en el pasado. Sus empedradas calles fueron transformándose en anchas avenidas asfaltadas y se desarrolló una ampliación industrial y cultural que ha colocado a nuestra capital entre las más importantes del mundo, con una oferta cultural y gastronómica equiparable a la que puedan tener ciudades tan importantes como Londres, París o Nueva York.
 
Madrid hay que vivirlo, hay que recorrerlo a pie, disfrutando de sus bares y tiendas, de sus librerías, de sus terrazas, de sus calles peatonales, como Preciados o Fuencarral, abarrotadas de comercios, aprovechándose del buen carácter y amabilidad de su gente. Pero también nuestra ciudad esconde historias que se han contado de generación en generación y que muestran una cara menos amable de una ciudad que, al caer la noche, se transforma. Aquellos edificios que reflejaban el sol, al anochecer se ven atrapados en las sombras, y en calles donde a la luz del día solamente se observan bares y tiendas se pueden descubrir las marcas de terribles acontecimientos vividos en épocas no muy lejanas.
 
Historias de asesinatos, como el sucedido en el mesón del Lobo Feroz, cerca del actual mercado de la Cebada; de descuartizamientos, como el que cometió con sus propias manos el capitán Sánchez a principios del siglo XX en el actual emplazamiento de la plaza del Conde de Miranda; de presencias extrañas, que algunos aseguran haber observado recorriendo los pasillos del famoso Palacio de Linares, o de sonidos angustiosos y violentos movimientos de objetos como los que se vivieron en la inquietante «casa encantada de Vallecas» y de los que la policía fue testigo de excepción. Historias que a veces es mejor recordar para comprender que lo que hace verdaderamente importante a una ciudad es la unión de sus luces y sus sombras. Es necesario sumergirse en las profundidades de la parte oscura y truculenta para valorar con más intensidad todo lo demás.
 
En este blog encontrarás algunas de aquellas historias que hemos intentado olvidar o que quedaron atrapadas en el tiempo, con la seguridad de que, al terminar su lectura, la visión de la ciudad va a ser muy diferente, más completa. Calles por las que había pasado con anterioridad paseando o de compras, ahora le traerán el recuerdo de los oscuros acontecimientos allí vividos. Y es posible que alguna de las historias que aquí se cuentan consiga que no vuelva a pasear de noche por ciertas calles de Madrid o, al menos, le añadan a ese paseo un punto de inquietud y de aventura.


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EL MUSEO DEL PRADO

 
 
 
Para empezar a visitar los museos de Madrid, es imprescindible empezar por su gran joya, El Museo del Prado.
 
Aquí te dejo unos datos breves con la recomendación de visitar su web, donde encontrarás una gran información detallada de su Historia, Colecciones, Exposiciones, Actividades, Horarios e incluso una enciclopedia on line, en fin,  todo lo que puedas necesitar para hacer tu visita.
Datos de localización y contacto:
 
  • Dirección: CALLE  RUIZ DE ALARCON,  23   28014  MADRID 
  • Barrio / Distrito:  LOS JERONIMOS / RETIRO
  • Teléfono: Work 913 302 800
  • Web: www.museodelprado.es

 
El edificio que hoy sirve de sede al Museo Nacional del Prado fue diseñado por el arquitecto Juan de Villanueva en 1785, como Gabinete de Ciencias Naturales, por orden de Carlos III. No obstante, el destino final de esta construcción no estaría claro hasta que su nieto Fernando VII, impulsado por su esposa la reina María Isabel de Braganza, tomó la decisión de destinar este edificio a la creación de un Real Museo de Pinturas y Esculturas. El Real Museo, que pasaría pronto a denominarse Museo Nacional de Pintura y Escultura y posteriormente Museo Nacional del Prado, abrió por primera vez al público en 1819. El primer catálogo constaba de 311 pinturas, aunque para entonces en el Museo se guardaban ya 1510 obras procedentes de los Reales Sitios. Las valiosísimas Colecciones Reales, germen de la colección del actual Museo del Prado, comenzaron a tomar forma en el siglo XVI bajo los auspicios del emperador Carlos V y fueron sucesivamente enriquecidas por todos los monarcas que le sucedieron, tanto Austrias como Borbones. A ellos se deben los tesoros más emblemáticos que se pueden contemplar hoy en el Prado, tales como El jardín de las Delicias de El Bosco, El caballero de la mano en el pecho de El Greco, El tránsito de la Virgen de Mantegna, La Sagrada Familia conocida como La Perla de Rafael, Carlos V en Mühlberg de Tiziano, El Lavatorio de Tintoretto, el Autorretrato de Durero, Las Meninas de Velázquez, Las tres Gracias de Rubens o La familia de Carlos IV de Goya.
          
 
Edificio Villanueva, Puerta de Velázquez, (fachada Paseo del Prado)
     
Del Museo de la Trinidad llegaron importantes pinturas como La Fuente de la Gracia de la Escuela de Jan Van Eyck, Auto de fe presidido por santo Domingo de Guzmán de Pedro Berruguete y los cinco lienzos procedentes del Colegio de doña María de Aragón de El Greco. Del Museo de Arte Moderno proceden gran parte de los fondos del siglo XIX, obras de los Madrazo, Vicente López, Carlos de Haes, Rosales y Sorolla.
Desde la fundación del Museo han ingresado más de dos mil trescientas pinturas y gran cantidad de esculturas, estampas, dibujos y piezas de artes decorativas por Nuevas Adquisiciones, en su mayoría donaciones, legados y compras. Las Pinturas Negras de Goya llegaron al Museo gracias a la donación del Barón Emile d’Erlanger en el siglo XIX. Compras muy interesantes en los últimos años han sido Fábula y Huída a Egipto de El Greco, en 1993 y 2001, La condesa de Chinchón de Goya en el 2000, El barbero del Papa de Velázquez en el 2003 o, más recientemente, El vino en la fiesta de San Martín de Pieter Bruegel el Viejo en 2010, entre otras.
 
Numerosos legados han enriquecido los fondos del Museo, tales como el Legado de don Pablo Bosch con su magnífica colección de medallas, el Legado de don Pedro Fernández Durán, con su amplísima colección de dibujos y artes decorativas, y el Legado de don Ramón de Errazu con pintura del siglo XIX.
 
Tanto la colección como el número de visitantes del Prado se han incrementado enormemente a lo largo de los siglos XIX y XX, por lo que el Museo ha tenido que ir acometiendo sucesivas ampliaciones en su sede histórica hasta agotar totalmente las posibilidades de intervención sobre este edificio. Por este motivo, el Prado se ha visto obligado a buscar el camino de su reciente ampliación mediante una solución arquitectónica de nueva fábrica situada junto a la fachada posterior de su sede tradicional y conectada con ésta desde el interior.
   
Ampliación del Museo del Prado realizada por el arquitecto Rafael Moneo
 
Ampliación del Museo del Prado realizada por el arquitecto Rafael Moneo
     
Paralelamente a la ejecución de su último y más ambicioso proyecto de ampliación (2001-2007), el Prado ha iniciado una etapa de modernización cuyo definitivo impulso tuvo lugar en 2004 al aprobarse un cambio de régimen jurídico y estatutario basado en la necesidad de flexibilizar la gestión del Museo, agilizar su funcionamiento e incrementar su capacidad de autofinanciación. Este cambio de estatus se hizo efectivo a través de la Ley reguladora del Museo Nacional del Prado aprobada en noviembre de 2003, como primer paso, así como en el posterior desarrollo de la misma a través de un Estatuto sancionado por Real Decreto de 12 de marzo de 2004.
 

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MADRID CAPITAL DE ESPAÑA

 
 
Cuando en 1561, Felipe II decreta instalar la capital de sus estados en la villa de Madrid, no podía imaginar de qué modo iba a repercutir dicha decisión en aquella urbe. Desconocemos las razones que le movieron, pero debían de tener cierto peso: había entonces en Castilla otras muchas ciudades que parecían ser más apropiadas. Ciudades espléndidas, ricas, bien situadas, con tradición política e infraestructura suficiente, dignas de convertirse en residencia oficial de la Corte y centro de una monarquía en la que no se ponía el sol. A pesar suyo, Madrid fue la elección del Rey Prudente.
 
Su posición central en la Península no era demasiado valiosa: los reinos de los Austrias se extendían entonces desde América hasta Italia; Castilla, por tanto, constituía sólo una pequeña porción de la monarquía. De hecho, la distancia era algo que parecía preocupar poco a Felipe II, quien esperaba las noticias de su imperio en el vecino monasterio de El Escorial. Además, a poco más de una jornada de Madrid se encontraba Toledo, una rica e importante ciudad que no resultó agraciada con la capitalidad. Resulta improbable que el motivo de su exclusión fuese el descontento de Isabel de Valois, que odiaba el brusco contraste de los fríos y húmedos inviernos toledanos, con sus veranos secos y calurosos. Sin embargo, el clima madrileño no era mucho mejor, si exceptuamos la influencia benigna de la vecina sierra de Guadarrama, que proporcionaba aires saludables y frescos durante el estío. ¿Qué poseía Madrid para que Felipe II la eligiera capital? Debía de ser algo forjado en los siglos anteriores. Por tanto, hagamos un breve repaso de ellos.
 
Durante mucho tiempo, la ciudad había permanecido alejada de los centros de poder, hasta que se iniciara, a comienzos del siglo XIII, la penetración en el valle del Guadalquivir. A partir de entonces, se transforma en un enclave estratégico, causa de una fuerte militarización de la villa encarnada por su alcázar. Hasta ese momento, su desarrollo urbano, social y económico había sido el característico de una ciudad de frontera: se trataba de un núcleo bien fortificado, habitado predominantemente por caballeros, cuyo desarrollo económico se había reducido al necesario para un abastecimiento suficiente de los lugareños. No había fuentes de riqueza importantes y no se desarrolló ninguna industria que rebasara los ámbitos ciudadanos.
 
Es a partir de los cambios del siglo XII cuando Madrid comienza a formar una personalidad característica, basada en sus orígenes. Como realengo que era, no tenían peso en la ciudad la alta nobleza ni la jerarquía eclesiástica. Era tierra de caballeros que habían perdido su razón de ser, que abandonan la actividad militar y encuentran una nueva fuente de financiación en los oficios concejiles. A la ausencia de grandes intereses nobiliarios y eclesiásticos se sumará el atractivo de las cacerías en el monte de El Pardo como razones de las cada vez más habituales estancias de los reyes en Madrid a partir de Pedro I. Paralelamente, se irán convocando las Cortes con mayor frecuencia en la villa, aprovechando su posición media dentro de la Corona de Castilla. Dicha situación favorecía, además, el paso de mercancías y el abastecimiento, el consiguiente desarrollo de un mercado y, por tanto, un crecimiento económico continuo.
 
Todas estas circunstancias no podían sustraerse a la perspicacia del segundo de los Austrias. Madrid era una ciudad nueva, sin ataduras con el pasado castellano, sin alta nobleza, ni bandos enfrentados; ofrecía en contrapartida una oligarquía de servicio dedicada al gobierno local; por añadidura, estaba a la vez lejos y cerca de todas partes. Felipe II comprendió el alcance de estas ventajas, y convirtió a Madrid en su ciudad; una capital de lento crecimiento, que sólo fue capaz del esplendor algunos siglos más tarde.
 
Con la capitalidad, surge la necesidad de volverse al pasado de la ciudad, adornarlo y glorificarlo para hacerlo digno de los Austrias; es el momento en el que nacen los falsos cronicones, reinventores de la historia de Madrid. La gran mancha que los eruditos de entonces deseaban borrar era el profundo enraizamiento madrileño con el Islam, inadmisible en un siglo como el XVI, marcado por la tensión religiosa. Y sin embargo, Madrid era incuestionablemente una fundación islámica, como sus mejores edificaciones atestiguaban; tanto el alcázar como las más señaladas iglesias medievales habían sido construidos por alarifes musulmanes o mudéjares. Este pasado infiel no era lo ideal, y menos aún si consideramos que el turco representaba por aquel entonces una de las mayores amenazas para el Imperio. Todo ello condujo a buscar un origen más remoto: la Mantua carpetana, el romano Miacum o el Madrid visigodo. La villa requería, además, un santo patrón —papel que recayó sobre un labrador madrileño— y un culto mariano —la Virgen de la Almudena— que afirmaran una profunda devoción.
 
Los lugares comunes se repitieron, hasta llegar incluso a nuestros días, en que persiste un incomprensible interés por desvincular a Madrid de su importante legado andalusí, olvidando que la villa nació bajo la égida de una de las fuerzas más poderosas del Medievo: el Islam. Su impronta es innegable: la toponimia, el callejero, el emplazamiento, las conducciones de agua, los restos arquitectónicos, el nombre de su patrona, etc., contribuyen mantener viva una rica herencia que ni la monarquía de los Austrias, ni la de los Borbones fueron capaces de borrar.

Fuente:
Julia Santos - Madrid Historia De Una Capital

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